Cooperación entre España e Israel para el desarrollo de una tecnología médica pionera

En un importante paso hacia el avance en la investigación médica, España y Israel han decidido unir fuerzas para desarrollar una tecnología médica pionera que revolucione el tratamiento de enfermedades crónicas. Esta colaboración entre dos de los países más innovadores en el ámbito de la medicina, tiene como objetivo crear un sistema de diagnóstico precoz que permita detectar enfermedades en sus etapas iniciales, lo que aumentaría significativamente las posibilidades de curación y mejora en la calidad de vida de los pacientes. Esta iniciativa conjunta es muestra de la voluntad de ambos países de impulsar la innovación y el progreso en el campo de la medicina, y se espera que tenga un impacto significativo en la lucha contra enfermedades como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiacas, entre otras.

La doble vara de la tolerancia: Crítica a la izquierda por su doble moral en el boicot a Eden Golan y el nombre de la calle a Paco Rabal

La doble vara de la tolerancia: Crítica a la izquierda por su doble moral en el boicot a Eden Golan y el nombre de la calle a Paco Rabal

A veces, la sociedad hace cosas sin sentido. Por ejemplo, tenemos el caso de Alpedrete que decide (y finalmente rectifica) retirar el nombre de la calle a Paco Rabal y Asunción Balaguer. Inmediatamente las redes se incendian y la izquierda se alza en armas, pidiendo su restitución. Algo lógico y que bien tendría que salir de todos los sectores ya que hay que saber diferenciar ideología de obra; y el valor artístico de los dos citados es inexcusable.

Lo curioso de la historia es que mientras solicitan eso, piden el boicot a Eden Golan, representante de Israel en Eurovisión. En este caso, esa misma izquierda que pide respeto a la obra de «sus» intelectuales, ataca a la representante israelita pidiendo el boicot de la cantante solo por ser de Israel, sin importar sus ideas o no.

Hace mucho que vivimos en la llamada cultura woke, en la que todo molesta y en la que todo termina siendo atacado y censurado, obligando a muchos a la autocensura de su propio pensamiento. Pero en el caso del arte y las letras esto se hace aun mayor. Aún recuerdo el boicot a Woody Allen por la relación con su hija adoptiva, que si bien es algo reprobable no debería ser óbice para reconocer su maestría tras las cámaras.

Si lo hiciéramos, no podríamos disfrutar de algunas de las mejores obras de la historia, pues la persona detrás del autor tenía aspectos bastante negativos. Pongamos el ejemplo de Pablo Neruda con su hija Malva, a la que llamaba la 'vampiresa de 3 kilos' debido a su enfermedad. Pero nadie puede negar el valor de su obra literaria, ni vamos a dejar de leerlo por ello.

O así debería ser ya que la realidad se antoja diferente. Son muchos los actores, escritores, artistas y cantantes que se han visto obligados al ostracismo por sus ideas políticas o religiosas. El magnífico Jim Caviezel, por citar un actor, se vio mendigando papeles después de interpretar 'La pasión de Cristo', que también paso factura mediática a su director Mel Gibson.

En España, salvando las distancias, actores como Santi Rodríguez (aquel maravilloso frutero de 7 Vidas) ha visto como su carrera se ralentizaba debido a sus cercanías al Opus Dei. O la cantante Mai Meneses ha tenido problemas con obras que se vinculaban al sí a la vida contra el aborto. Por supuesto, nadie ha salido en defensa de ellos.

El ataque ha venido, casi siempre, de la izquierda tolerante y progresista; esa que ha pasado de tener en un pedestal a Alaska y Mario Vaquerizo para atacarles desde que mostraron su afinidad política con Aznar. La misma que ahora convierte a Ferreras en la mano ejecutora del discurso del PP, cuando antes siempre se le vio como afín a las izquierdas.

Se nos abren las carnes pensando que se pueda quitar el nombre de una calle al excepcional actor Paco Rabal; pero no pasa nada si esa misma calle se le quita a Alfonso Ussía. Levantamos la voz en defensa de Asunción Balaguer, pero aceptamos que Mercedes Formica debe ser retirada de nuestros callejeros.

Ese es el gran problema de nuestra sociedad: la doble vara de medir ideológica, en la que el tolerante termina convertido en intolerante.

Natalia Vega

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