En la actualidad, las urgencias sociales se han convertido en un tema de gran relevancia y preocupación en nuestra sociedad. La creciente desigualdad económica, la pobreza extrema, la vulnerabilidad de los grupos más desfavorecidos y la falta de acceso a servicios básicos son solo algunos de los dramas que protagonizan las urgencias sociales en nuestros días. Estas situaciones críticas requieren de nuestra atención inmediata y de la implementación de soluciones efectivas para abordar estos problemas de manera integral y sostenible. En este sentido, es fundamental analizar y comprender las causas y consecuencias de estas urgencias sociales para poder desarrollar estrategias que permitan mitigar su impacto y promover un desarrollo más equitativo y justo.
Imagínese una persona mayor que deambula por las calles desorientada y a horas intempestivas. O una pelea familiar que ha subido de tono. Una mujer que está siendo agredida por su pareja o expareja. Alguien que ha llegado de madrugada en un autobús y se encuentra perdido en la ciudad sin recursos o sin conocer el idioma. Un menor solo. Un joven con síntomas de intoxicación por consumos o de padecer una enfermedad mental.
Si se ha encontrado alguna vez en una situación parecida y ha llamado al 112 con preocupación, sepa que la solución inmediata a estas crisis a deshoras ha estado en manos de algunas de las cuatro trabajadoras sociales de la Fundación Lesmes, entidad que gestiona desde 2011 el Servicio de Urgencias Sociales (SUS) del Ayuntamiento.
Una ayuda especializada y disponible 24/7
El año pasado, el SUS ayudó a 240 personas en 163 intervenciones. La característica principal de este servicio es que no tiene acceso directo, sino que la Policía Local, a través de Emergencias, es la que recurre a su intervención especializada, bien por una llamada de un usuario o por iniciativa propia al encontrarse el problema.
Cuando a las tres de la tarde los centros de acción social (CEAS) terminan su jornada laboral, arranca la del SUS hasta las 8 de la mañana del día siguiente cuando vuelven a abrir sus puertas. Una trabajadora social tiene abierto su teléfono esas 12 horas (24 en fines de semana y festivos) a cualquier llamada que pueda recibir de los efectivos de Policía Local.
«En ese momento, cuando nos solicitan apoyo, es cuando intervenimos de forma inmediata. Se trata de poner un parche a una situación urgente como que una persona esté durmiendo en la calle en pleno invierno o un mayor que se ha perdido. Se le gestiona un recurso puntual para ese momento o se resuelve la situación en ese momento y ya, al día siguiente, nuestras compañeras de los CEAS se encargan de hacer el seguimiento y de proponer soluciones a más largo plazo», explicaron las trabajadoras sociales Jessica Lara y Miriam Simón.
MEDIAR Y CALMAR
De las 240 personas a las que ayudó el SUS el año pasado, más de la mitad (150) carecían de un lugar seguro donde pasar la noche. Estadísticamente se trata del problema más grande con el que se encuentra, seguido, en 2023, por conflictos familiares (38 afectados) y por violencia de género (14).
Del resto de problemáticas abordadas destaca especialmente la de ocuparse de personas desorientadas (8), con falta de recursos económicos o intoxicaciones por consumo, problemas de salud mental o víctimas de accidentes o catástrofes (50).
«Cuando nos encontramos con violencia filioparental o problemas en los que están involucrados menores interviene también la Policía Nacional y nuestro papel es de mediación, de calmar los niveles de tensión a los que pueda haber llegado la discusión y recopilar toda la información posible para enviar a las personas a los servicios más específicos que les puedan ayudar con sus problemas».
Un trabajo en estrecha colaboración con otros recursos
Dado el perfil de quienes precisan la ayuda del SUS, el contacto del equipo con los principales recursos sociosanitarios de la capital es estrecho. Así, en el albergue municipal que gestiona Cáritas en la calle San Francisco se tiene reservada una plaza para el servicio de urgencias por si pudiera ser necesitada de forma repentina.
También es muy cercana su relación con la Unidad de Gestión de la Diversidad y Viogén, a la que agradecen, según indican, «su total disponibilidad y profesionalidad» y la colaboración que reciben de ella cuando la precisan, igual que la de la casa de acogida San Vicente de Paúl que gestiona la orden religiosa de las Hijas de la Caridad, junto a quienes también trabajan en algunos casos.
«También en el hospital nos ponen siempre las cosas fáciles, y se suelen utilizar otros recursos como el centro para mujeres víctimas de violencia de género de Cruz Roja o los centros de menores cuando son necesarios: el Gregorio Santiago para los que tienen más de 12 años y Mensajeros de la Paz para los menores».
También por las características de sus usuarios se encuentran con casos «duros y sensibles», según los definen, y con personas reincidentes, «sobre todo cuando se trata de gente que sufre problemas de salud mental o que por la edad se desorientan y se pierden».
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