El tesoro escondido: Descubriendo las hornacinas, un patrimonio cultural olvidado en El Puerto

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El tesoro escondido: Descubriendo las hornacinas, un patrimonio cultural olvidado en El Puerto

En el corazón de la ciudad de El Puerto, se esconde un tesoro cultural que durante años ha permanecido en el olvido. Se trata de las hornacinas, pequeñas cavidades en los muros de las casas que en su momento fueron utilizadas para albergar imágenes religiosas. Estas pequeñas joyas arquitectónicas, que datan de la época colonial, son un patrimonio cultural único y valioso que merece ser conocido y preservado. A continuación, te invitamos a un viaje por la historia y el significado de estas hornacinas, un legado cultural que espera ser redescubierto.

Descubriendo el tesoro escondido: Las hornacinas de El Puerto, un patrimonio cultural en peligro de desaparición

La expresión de «si las paredes hablasen…» se suele usar para hablar de discreción y secretos, de misterios o confidencias que quedan entre algunos y los muros que les rodean. También sirve para destacar la larga historia que conlleva un lugar, las de cosas que han podido pisar ese suelo y solo las paredes erigidas a su alrededor podrían relatar.

En el caso de las paredes que hablan, encontramos las de El Puerto de Santa María, que entre renovaciones y paso del tiempo, al menos desde 1760 (como dice una inscripción de la Ribera del Río), vemos en muchas de ellas una herida vacía que hablan de lo que fueron e incluso de lo que después sufrieron.

Hornacinas: un patrimonio en peligro

Hablamos de las decenas de hornacinas que encontramos por el Casco Antiguo de la ciudad, la mayoría abandonadas. Una gran rama perteneciente al patrimonio portuense. Una parte del pasado de El Puerto que se desvanece como arena entre los dedos.

Cuando hablamos de las hornacinas o capillitas, hablamos de entrantes o concavidades de poca profundidad ubicados en muros de algún edificio, normalmente con la intención de colocar en él una imagen religiosa, pequeñas esculturas o cuadros devotos que proclamaran públicamente la pasión, fe o creencia de los propietarios de las casas en cuyas fachadas se exponían.

Las características de las hornacinas

Las características de las hornacinas

Estas suelen encontrarse en el segundo piso de la fachada, normalmente próximas a balcones; hechas de piedra o ladrillo encalado; y cuentan con tres partes: base, cuerpo central y distintivos remates superiores. Algunas de ellas en vez de figuritas, conservan imágenes como cuadros o mosaicos, como una imagen que encontramos de la Virgen María en Federico Rubio.

Incluso las hubo (y se conservan) adosadas a fachadas como simples elementos ornamentales sin que nunca alojaran ningún emblema sagrado. Como se cree que es el caso de las que encontramos en los arcos tapiados del Monasterio del Espíritu Santo o en la de la esquina superviviente de un edificio derruido en la Calle de la Rosa.

Hornacinas destacadas

Las curiosas y variopintas hornacinas de la ciudad podrían dar de sí un recorrido hacia su pasado a través de este diminuto pero enorme en significado patrimonio. La mejor manera de separarlas es por su contenido, para así subrayar cuáles de ellas son las más destacadas.

Por ejemplo las de iconografía mariana, la más predominante, ahí encontramos mucha variedad en gran estado: El arco del Monasterio de San Miguel, la Virgen de los Milagros en una esquina del nuevo Teatro Municipal, una imagen acristalada en la Bajamar, una tímida imagen tras un vidrio en la Calle Cruces o la hermosa imagen que se muestra en la espléndida fachada de la Casa de los Leones.

También encontramos las de la imagen de Jesús: el Sagrado Corazón de Jesús en una casa particular de la calle Fernán Caballero o la espectacularmente magnífica representación de la Santísima Trinidad en el Arco homónimo en la Plaza de los Jazmines. Y el último elemento destacado que encontramos son las cruces, parte inherente de la fe que encuentras dos grandes ejemplos de buena conservación: En la esquina restante de la parte demolida del Monasterio de San Miguel o la enorme, barroca y preponderante cruz que hayamos sobre el bar Trocadero en la Plaza de la Herrería.

Al fin y al cabo, son pequeños retazos restantes de un pasado que pasan desapercibidos de los ojos de una gran mayoría de portuenses. Quizás por la cotidianidad de pasar frente a ellos hacen que sea parte de su misma normalidad o porque la indiferencia se hace presa de ellos y da igual si están que si no.

Lo realmente importante, es que se trata de un patrimonio en extinción, las probabilidades de encontrarte uno vacío son mayores, por eso destacar la alegría exuberante que suponen algunas bien cuidadas, como el caso de la Casa de los Leones. Al final, uno acaba fijándose en las vacías y los invade un triste desdén que acaba desembocando en una profunda decepción por ver al tiempo moldear vilmente una ciudad, y el tiempo siempre da forma al olvido.

Por eso combatirlo aguantando los pequeños detalles que componen el alma, misticismo y mitología interna de la Ciudad de los Cien Palacios.

Javier Martín

Mi nombre es Javier, soy redactor jefe con una amplia experiencia en el mundo del periodismo. Actualmente trabajo en El Informacional, un periódico independiente de actualidad nacional en Español. Me apasiona investigar y redactar noticias relevantes que mantengan informada a nuestra audiencia. En nuestro medio, nos esforzamos por ofrecer información veraz y objetiva sobre los acontecimientos más importantes del país. Mi objetivo es contribuir a la formación de una opinión pública informada y crítica. ¡Gracias por seguirnos en nuestro sitio web!

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