Las cinco estatuas que muestran la cara más humana de la historia de Madrid
En la bulliciosa y emblemática ciudad de Madrid, se erigen majestuosas cinco estatuas que no solo son testigos mudos del devenir de los tiempos, sino que representan la esencia humana en su máxima expresión. Estas esculturas, cargadas de historia y sentimientos, nos transportan a épocas pasadas y nos invitan a reflexionar sobre el legado cultural de la capital española. A través de sus rostros esculpidos con maestría y sus gestos congelados en el tiempo, estas obras de arte nos conectan con las historias y las emociones de aquellos que un día poblaron sus calles. Descubrir estas estatuas monumentales es adentrarse en un viaje al corazón de Madrid, donde la humanidad se revela en toda su grandeza y fragilidad.
Descubre las cinco estatuas que reflejan la esencia humana de Madrid
Como la mayoría de ciudades de España, numerosas estatuas y esculturas decoran las calles, plazas y fuentes de la capital. Muchas son abstractas, como La Sirena Varada (calle Eduardo Dato con Juan Bravo) o mitológicas, como la propia Cibeles, pero hay muchas otras que hacen honor a sus gentes. En el barrio de Las Letras, en el Madrid de los Austrias o en Malasaña se encuentran algunas de estas piezas que se pueden admirar en una ruta a pie perfecta para conocer aspectos singulares de Madrid.
Conoce las esculturas que honran a personajes y oficios en Madrid
El Abrazo: La estatua El Abrazo rinde homenaje a los abogados laboralistas asesinados en su despacho de la calle Atocha en 1977. Denominada El Abrazo y conocida como los Abogados de Atocha, es una escultura situada en la Plaza de Antón Martín creada por el pintor valenciano Juan Genovés e inaugurada en 2003. La pieza de bronce rinde homenaje a los abogados laboralistas asesinados en su despacho de la calle Atocha, 55.
Farolero madrileño: Originalmente instalada en la Plaza del Carmen y más tarde trasladada a la calle Concepción Jerónima, 14, esta estatua hace referencia al extinguido gremio de los faroleros. Se encargaban de encender las farolas de aceite antes de que anocheciese y apagarlas al amanecer. El alumbrado de gas se introdujo a mediados del siglo XIX, pero estos trabajadores existieron hasta los años 30 y 40 del siglo XX.
El perro Paco: En el número 71 de la calle Huertas está la tierna estatua del perro Paco, sentado y sonriente. El perro Paco era muy querido por la sociedad madrileña del XIX, coincidió con personajes ilustres como Azorín o Pío Baroja.
Vendedor de la ONCE: Cerca del perro Paco, en la calle del Prado con la esquina de San Agustín, nos encontramos a Fortunato, un hombre de bronce que representa la labor de los vendedores de cupones de la ONCE. Desde hace 75 años son parte del paisaje urbano de las ciudades.
Tras Julia: En la esquina de la calle Pez con San Bernardo se encuentra apoyada en la pared del Palacio Bauer Julia, la primera universitaria. Cuentan las crónicas que esta chica, bautizada Julia por su escultor, era una joven que se disfrazaba de hombre para estudiar en la Central de San Bernardo.
Deja una respuesta