El Palacio de la Ilusión: La increíble historia detrás del palacio construido por un falsificador de monedas que se ha convertido en una de las maravi

En el corazón de Austria se esconde un lugar que ha dejado a muchos con la boca abierta. El Palacio de la Ilusión, un edificio majestuoso que cuenta con una historia tan fascinante como inesperada. Detrás de sus paredes de ensueño se esconde la sorprendente verdad de que su constructor fue un falsificador de monedas, un delincuente que utilizó sus habilidades para crear una obra maestra que ha sido reconocida como una de las maravillas de Austria. En este lugar, la arquitectura y la historia se unen para transportarnos a un mundo de ilusión y fantasía, donde la realidad y la ficción se confunden.

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La fortuna y la traición: La fascinante historia detrás del Palacio Eggenberg, la residencia más espectacular de Austria

En la ciudad de Graz, Austria, se encuentra el impresionante Palacio Eggenberg, una joya arquitectónica que esconde una fascinante historia detrás de su construcción. La familia Eggenberg, sin títulos ni fortuna, pero con ingenio y carisma, logró cerrar grandes negocios, aunque no siempre dentro de la legalidad.

El gran negocio de los Eggenberg llegó con el permiso del emperador para acuñar moneda a mediados del siglo XV. Sin embargo, el emperador cambiaba constantemente el valor de la moneda, lo que hacía que el fabricante perdiera dinero. Balthasar Eggenberg tuvo la idea de modificar la receta de las monedas, reduciendo la cantidad de plata hasta un nivel tan bajo que nadie las quería.

Cuando el emperador descubrió el engaño, Hans Ulrich von Eggenberg huyó con su fortuna a Venecia. Sin embargo, el emperador no solo le perdonó sino que le permitió regresar y continuar con sus negocios. Los cimientos del palacio más espectacular de Graz ya estaban en marcha y la familia tenía el dinero necesario para seguir con su obra.

El toque final

El toque final

Fue su bisnieto, Hans Ulrich von Eggenberg, quien siguió la tradición familiar de meterse en política para lograr el favor real. El problema de las monedas no hizo mella en su reputación y la familia siguió ascendiendo socialmente hasta convertirse en consejero personal del emperador e incluso en su prestamista. Con el favor imperial y la cartera a rebosar, pudo terminar el palacio con el que había soñado y hacerlo a lo grande.

Un universo propio

Al diseñar el Palacio de Eggenberg se fijaron en grandes residencias europeas, como el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, pero también en el calendario gregoriano. Por eso en este edificio encontramos 365 ventanas, una para cada día del año. Cada planta cuenta con 24 habitaciones (una por cada hora del día) y las ventanas de estas habitaciones suman 52 (las semanas que tiene un año).

Además, se trata de una planta totalmente simétrica que cuenta con cuatro torres que coinciden con los cuatro puntos cardinales. La planta principal es una auténtica maravilla y, de entre todas las salas profusamente decoradas, la Sala Planetaria es la joya de la corona.

La Sala Planetaria

La Sala Planetaria del palacio es tan amplia como impresionante su decoración. Los planetas, las constelaciones, los signos del Zodiaco y los propios Eggenberg retratados como dioses que gobiernan el Cielo y la Tierra son los motivos que decoran esta bellísima estancia que representa el estilo barroco a la perfección.

Además de para las visitas, esta sala se abre para conciertos y cuenta con un amplio programa cultural que merece la pena ojear antes de viajar para ir llenando la agenda.

Años de abandono

La razón por la que este palacio se haya conservado en perfectas condiciones y cada decoración y cada pintura la veamos hoy tal y como la decidieron los dueños es que estuvo abandonado durante muchos años. La última descendiente de los Eggenberg encontró un marido lejos de Graz y se olvidó de este palacio. Una suerte para todos los que hoy lo pueden visitar y disfrutar.

Y es que, además de la belleza de sus salones, la planta baja acoge una impresionante exposición con obras que abarcan desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII. Y, como no podía ser de otra forma, también hay un espacio para una exposición de monedas. Descubrir si se incluyeron las falsas es el último reto en la visita al fascinante Palacio de Eggenberg.

Natalia Vega

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