Las múltiples ocasiones en las que Paul Newman estuvo cerca de ganar un Oscar y la vez que finalmente triunfó

El legendario actor Paul Newman, reconocido por su talento y carisma en la industria cinematográfica, fue protagonista de numerosas ocasiones en las que estuvo a punto de ganar un Oscar, el máximo galardón en la actuación. A lo largo de su carrera, Newman fue nominado en múltiples ocasiones, generando expectativas en cada entrega de premios. Sin embargo, la victoria se le resistió en varias ocasiones, dejando a sus seguidores expectantes ante la posibilidad de verlo alzar la estatuilla dorada. Finalmente, en una ocasión memorable, Paul Newman logró el anhelado reconocimiento de la Academia al llevarse a casa el codiciado premio, culminando así su brillante trayectoria con un merecido triunfo.

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El largo camino de Paul Newman hacia el Oscar: una historia de perseverancia y talento

Como en 1958 no existían las redes sociales, a nadie le importó que Paul Newman acumulase otro año más sin nominaciones al Oscar. Su mujer, Joanne Woodward, por el contrario, se hizo con la estatuilla gracias a Las tres caras de Eva. Así que, en lugar de emitir un comunicado lamentando que la Academia hubiese pensado en ella y no en su esposo, le encargó a Newman un regalo muy particular: una estatuilla alicaída que llamó Noscar.

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Paul Newman y su lucha por el codiciado galardón de la Academia

A Paul Newman se le resistiría un premio que estuvo a punto de incurrir en otro imperdonable error histórico. Conforme se iba acercando el final de su carrera, la Academia descubrió que Paul Newman no podía quedarse sin un Oscar y se lo otorgó, en realidad, para poder mirarse a la cara a sí misma.

La espera valió la pena: el día en que Paul Newman finalmente ganó su Oscar

Los ojos azules de Hollywood llegaron a ver, en directo, el día de su designación como el mejor actor del año. Newman fue nominado 10 veces, y hasta la octava tuvo que conformarse con el Noscar que Woodward le regaló en 1958.

Paul Newman, su Noscar y la ansiada estatuilla dorada: una historia de Hollywood

Paul Newman debió preguntarse si la estatuilla no se la otorgaban los académicos por envidia, y se escondió tras la cámara en su siguiente película, Raquel, Raquel. En 1981, la Academia saldó sus aplazadísimas cuentas pendientes con Henry Fonda, que se alzó con el Oscar por El estanque dorado. A diferencia del propio Fonda, Newman estuvo presente en la ceremonia, como candidato al galardón por Ausencia de malicia.

Y, entonces, llegó Scorsese. El color del dinero, odiada por algunos que aman El buscavidas, fue la responsable de que Newman, por fin, pudiera guardar en el desván su Noscar.

Newman se despidió del cine brindando como tiempo después lo haría Cillian Murphy en Peaky Blinders: “Ojalá puedas estar media hora en el cielo antes de que el diablo sepa que has muerto”.

La perfección de Newman fue tan insultante en cada ángulo de su existencia que supo marcharse con una de las grandes obras maestras de este siglo, Camino a la perdición.

Natalia Vega

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