Quién fue Oppenheimer, el padre de la bomba atómica y 'destructor de mundos' arrepentido:
El renombrado científico J. Robert Oppenheimer, conocido por su papel crucial en el desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, es recordado como el 'destructor de mundos'. Sin embargo, a lo largo de su vida, Oppenheimer expresó arrepentimiento por su participación en la creación de una de las armas más devastadoras de la historia. A pesar de sus logros científicos, su legado está marcado por la ambivalencia moral que rodea el uso de la energía nuclear con fines bélicos. La figura de Oppenheimer representa un dilema ético que sigue siendo objeto de debate en la actualidad, recordándonos la responsabilidad de los científicos y líderes en el manejo de tecnologías potencialmente destructivas.
Robert Oppenheimer: el genio atormentado detrás del arma más devastadora
Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos. En el instante preciso en el que el científico Robert Oppenheimer pronunció estas palabras, su vida, y el mundo entero, nunca volvieron a ser iguales.
Ocurrió la madrugada del 16 de julio de 1945 en el desierto de Nuevo México, cuando el gobierno de Estados Unidos probaba por primera vez el Proyecto Manhattan, haciendo estallar el mayor dispositivo nuclear de la historia: la bomba atómica.
De héroe a villano: la polémica vida de Oppenheimer, padre de la bomba atómica
Aunque el verdadero desastre tendría lugar unos meses después, el 6 de agosto de 1945, con la detonación del 'Little Boy' -un artefacto nuclear cargado de Uranio-235- sobre la ciudad de Hiroshima, y 'Fat Man', tres días después, sobre Nagasaki. Estados Unidos ganaba entonces la batalla, pero Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, cargaría el resto de su vida con la responsabilidad de haber creado un arma capaz de destruirlo todo.
El arrepentimiento de Oppenheimer: de 'destructor de mundos' a defensor del desarme
Las terribles consecuencias de Hiroshima y Nagasaki hicieron que Oppenheimer, como tantos otros científicos, dieran un paso atrás en la defensa de la utilización de la ciencia como arma bélica. Y sin saberlo, con su famosa frase: Siento que tengo las manos manchadas de sangre, dirigida a Truman, presidente de los Estados Unidos, sentenció el final de su carrera.
Con la herida del arrepentimiento como bandera, Robert Oppenheimer pasó el resto de su vida abogando por el desarme nuclear y oponiéndose públicamente a la creación de la bomba de hidrógeno que el gobierno de los Estados Unidos pretendía desarrollar para frenar el avance de la URSS.
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